
Se atribuye a Euclides el descubrimiento de las leyes de la reflexión de la luz, sobre el año 300 a.C, pero fue en el siglo XVII cuando por una parte el genial científico inglés Isaac Newton, y por otra el matemático geómetra holandés Cristian Huygens desarrollaron dos teorías contrapuestas sobre la naturaleza de la luz. Newton propuso una teoría corpuscular, mientras que Huygens suponía que era un fenómeno ondulatorio.
Para Newton la luz estaba formada por pequeñísimos corpúsculos o partículas, y demostró las leyes de la reflexión y la difracción, en base a esa teoría. La luz se reflejaría como lo puede hacer una pelota cuando rebota sobre una superficie, y se refractaría al pasar de un medio a otro por la diferencia de velocidad de transmisión en los dos medios. De acuerdo con esa explicación suponía que en el medio más denso se transmitiría a mayor velocidad por ser atraidas las partículas luminosas más fuertemente (precisamente ocurre al revés).

La teoría verdadera era la que suponía Huygens, pero el gran prestigio de que gozaba Newton mantuvo la teoría ondulatoria arrinconada durante más de un siglo, hasta que los experimentos de Thomas Young y Auguste Jean Fresnel la corroboraron ya en el siglo XIX. Esto ha sucedido, en bastantes ocasiones. Las grandes figuras consiguen importantes avances, pero pueden actuar como rémoras en nuevos descubrimientos. Finalmente, en este caso el tiempo y nuevos descubrimientos, nada menos que el descubrimiento del cuanto de acción y con él el desarrollo de la mecánica cuántica, le devolvieron a Newton parte de la razón: la luz es un fenómeno ondulatorio, está formado por ondas electromagnéticas, pero a su vez puede considerarse formada por pequeñas partículas de luz (cuantos) llamados fotones. De esta doble naturaleza corpuscular y ondulatoria gozan todas las partículas y ondas.
Fuente: La bella teoría
1 comentario:
Muy buen post.
El mejor libro de Óptica que lei por lo didáctico:
Bruno Rossi "Optics"
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