jueves, 30 de septiembre de 2010

DE CUANDO JAPÓN QUERÍA SER COMO NOSOTROS

Miguel A. Méndez Rojas *


Corría el año de 1874. En el México independiente gobernado por el presidente Sebastián Lerdo de Tejada había mucha algarabía por la participación de una delegación científica, liderada por el geógrafo Francisco Díaz Covarrubias del Colegio de Minería para viajar al lejano imperio Japonés y estudiar el tránsito del planeta Venus por el disco solar, un fenómeno astronómico que ocurre en pares (con diferencia de 8 años entre cada uno) y se repite cada 100 años. Todo un acontecimiento para la época. La delegación mexicana ante la falta de vías de comunicación seguras y apropiadas al Pacífico, viajó primero a Veracruz y de ahí a La Habana, para luego ir a Filadelfia, Nueva York, atravesar los Estados Unidos y embarcarse finalmente en San Francisco rumbo a Yokohama, Japón, a donde llegaron el 9 de Noviembre de 1874, luego de un mes exacto. Ya en Japón, luego de algunos inconvenientes, pudieron registrar con detalle el tránsito de Venus durante los días 8 y 9 de Diciembre, en gran medida con un apoyo generoso del emperador Meiji. Terminadas las observaciones volvieron al país en un recorrido que les llevó por Asia, Egipto y finalmente a Francia, desde donde regresaron de vuelta a Veracruz, llegando a la ciudad de México el 19 de Noviembre de 1875 con honores de héroes y publicándose en los diarios nacionales reseñas de la hazaña realizada que no era menor: fueron los primeros –dos años antes que la delegación francesa- en publicar sus resultados, con gran detalle científico y técnico.

Además de registrar el fenómeno astronómico, el viaje de Díaz Covarrubias y su equipo despertó el interés de ambos países por iniciar relaciones diplomáticas y comerciales, hecho que se consumó el 30 de Noviembre de 1888, siendo México la primera nación no asiática en suscribir este tipo de acuerdo con el país nipón. La semilla de la admiración del país asiático por México, quien había enviado a un grupo de sus mejores hombres y sabios a estudiar un fenómeno natural a miles de kilómetros de distancia de su patria, fue sin duda un catalizador para convencer al emperador de emprender una reforma social y política que permitiera imitar a nuestro país y transformar esa nación de un pueblo de pescadores, agricultores y artesanos a una potencia comercial, económica, naval y política. De esta forma, el emperador Meiji impulsó los cambios necesarios para incorporar a su país al mundo moderno del siglo XIX: una reforma educativa, industrial, económica y científica, cuyos resultados actuales están a la vista.

Sí: hace unos 136 años Japón siguió nuestro ejemplo. Nosotros no.

* El Dr. Miguel A. Méndez Rojas es profesor del Departamento de Ciencias Químico-Biológicas. Miembro del SNI.

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